Ser bailarín en Guatemala es un proceso difícil. Existen paradigmas en la sociedad que no permiten que más hombres se expresen a través de la danza y se pierdan la oportunidad de crecer artísticamente.
Recientemente me ha tocado escuchar a muchas madres que están interesadas en que sus hijas pequeñas reciban clases de danza. Se emocionan y hacen todo lo posible por acomodar sus horarios y presupuesto para inscribir a sus hijas en escuelas y academias. Los leotardos color rosa, zapatillas, mallas y flores para el cabello son parte de la experiencia de formar a una pequeña bailarina.
¿Pero qué sucede cuando un niño muestra interés por la danza?
Muchos de ellos pierden su motivación al no encontrar apoyo en casa, porque la sociedad ha construido prejuicios machistas acerca de que la danza no es una disciplina para hombres, y en su lugar, algunos padres prefieren que sus hijos aprendan a jugar fútbol u otros deportes «de hombrecitos».
Para entender mejor cómo afectan estos prejuicios, entrevisté a diez bailarines guatemaltecos que han hecho de la danza un estilo de vida. Detrás de todas las historias destacan tres retos que como bailarines tienen que enfrentar y que en algún momento les han hecho dudar sobre continuar.
1. Valoración de la danza
Hay personas que piensan que la danza es un pasatiempo y no la consideran como una profesión. Ser arquitecto, ingeniero o médico serán las carreras preferidas por algunos padres. Ciertamente la brecha que existe entre salarios es amplia. Sin embargo, la satisfacción que produce el experimentar, crear e interpretar movimientos con el cuerpo son propios del arte de bailar y no se encuentra en otras profesiones.
2. Familia y Amigos
Es en el núcleo familiar donde se forman los primeros lazos de confianza entre padres e hijos. Gran parte del éxito de un bailarín radica en el apoyo que sus padres les puedan brindar para llevarlos a clases, ensayos y presentaciones. Por esta razón, y a falta de este soporte, muchos de ellos empezaron su formación al terminar la adolescencia, cuando ya podían movilizarse a sus clases sin la ayuda económica de sus padres. Los bailarines que iniciaron tarde sus estudios realizan un doble esfuerzo para poder alcanzar el nivel deseado en menos tiempo. Cuando el apoyo es débil, los retos para los bailarines se incrementan.
Esta falta de apoyo dentro de sus círculos familiares y de amistad se refleja en comentarios como:
«¿Y la danza es una carrera?»
«¿De eso vas a vivir?»
«Pero si bailar es fácil, yo también lo puedo hacer»
Se le apuesta muy poco a la danza como una carrera que permita alcanzar un mejor nivel de vida y se menosprecia el esfuerzo del artista en su camino a ser un bailarín de profesión.
3. Estereotipos de género
Hacer danza en el siglo XXI continúa siendo un estigma al que se enfrentan los bailarines jóvenes. En la etapa de colegio, la mayoría de ellos ha tenido que superar comentarios ofensivos por parte de sus compañeros de estudio, alegando que la danza es «solo para las niñas» y que deberían de ocupar su tiempo en otras actividades que demuestren su «masculinidad». Estos comentarios pueden afectar la motivación de un bailarín y demuestran que en nuestro país hace falta mucho trabajo para eliminar el machismo y aceptar la diversidad y expresión de género.
Estos retos no son los únicos con los que un bailarín guatemalteco puede encontrarse. También existen otros paradigmas culturales, étnicos y religiosos que en algún momento pueden afectar su pleno desarrollo. Los bailarines que colaboraron para este artículo se encuentran diariamente con estos y otros retos, y para ayudar a superarlos, trabajan en proyectos para visibilizar la danza como una forma de vida que sobrepasa los moldes tradicionales.
Bailar es un proceso de constante aprendizaje con desilusiones y triunfos. La valoración de la danza depende de cada uno de nosotros, solo hace falta que más bailarines (hombres y mujeres) luchemos por engrandecer la profesión, trabajando desde nuestros espacios. Estos procesos se viven mejor cuando compartimos nuestras experiencias con otros.
El objetivo de compartir historias de danza es inspirar a las nuevas generaciones a romper paradigmas y encontrar su propio estilo en la diversidad de la danza. No dejen que nadie los detenga.
La realización de este artículo no sería posible sin la colaboración de los bailarines: Benjamín Calderón, Christian Ruano, Dexter Tórtola, Josué Barrios, Josué Villeda, Nicolás Miranda, Nimrod Lima, Norman Barrios, Victor Ellington y Yossef Rivas.
Sigue sus historias durante el mes de marzo en Dancing Words.
Fotografía: Karla Álvarez
Dance Statement |
Gracias al apoyo de
Dance Factory, Logística: Ligia Salazar |
Tan acertado el artículo!!! Felicitaciones DIVINO el trabajo de fotografía!