Toda la vida me llamó la atención estudiar ballet, pero lamentablemente mis papás no tenían los recursos para pagarme un estudio de danza. Vivo en la zona 3, a la orilla de un barranco.
Cuando tenía como 14 años, una vez estábamos escuchando Radio USAC y salió el anuncio de que iban a impartir clases de danza para niños en el Paraninfo Universitario, y decidí llegar. En ese entonces se pagaban 25 quetzales de inscripción y otros 25 de mensualidad, pero como éramos de escasos recursos, en ocasiones ni los 25 quetzales podíamos pagar. Mi mamá me decía que ya no podría seguir asistiendo a clases porque no teníamos dinero.
Me puse a pensar en qué podía hacer para seguir estudiando danza, y en eso, vi a unas personas que vendían pastelitos. Entonces se me ocurrió empezar a ahorrar el dinero que me daban en la escuela pública donde estudiaba. Recibía 5 quetzales al día y usaba dos quetzales para mis pasajes de bus y tres quetzales para comer. Guardaba algo de esos tres quetzales y como en un mes logré juntar 40 quetzales que me sirvieron para empezar a vender los pastelitos. Los llevaba al Paraninfo y a la hora de salida les vendía a las personas de la limpieza y a las mamás de las niñas que recibían clases.
Al año siguiente, el maestro Ocampo y el maestro Navichoque me dieron la oportunidad de entrar al grupo de Danza USAC ya como bailarina. Fue lo mejor que me pudo haber pasado. Me sentía muy feliz de que me hayan dado la oportunidad de bailar. Yo seguía vendiendo mis pastelitos para poder comprar algunas cosas que necesitaba. Mis compañeros me prestaban maquillaje para las presentaciones y yo me sentía muy mal porque no tenía nada para darles a ellos. A veces en mi casa no teníamos ni que comer.
La situación económica en mi casa era muy difícil, pero seguí luchando y no me cansé. Mi mamá hacía atoles, tortillas con chicharrón, tamalitos, y yo le ayudaba a vender. Cuando era tiempo de mangos nos íbamos al mercado a comprar y luego los preparábamos y vendíamos de casa en casa. Con la ayuda de mi hermano mayor pude terminar mis estudios de diversificado en un colegio. Al graduarme, me gané una beca para ser inspectora de Saneamiento Ambiental. Gracias a Dios pude graduarme y tengo un trabajo de medio tiempo. Actualmente estoy estudiando en la Escuela Municipal de Danza Clásica y voy de lunes a viernes cuando salgo de mi trabajo. Me ilusiona saber que mi esfuerzo también me ha permitido seguir estudiando en la universidad, y este año estoy cerrando la carrera de Ingeniería Ambiental.
Mi inspiración y pilares son mi mamá y mi hermano mayor. El está en los Estados Unidos y desea verme bailar, pero nunca se ha podido. Uno de mis más grandes anhelos es que, algún día, mi papá vaya a verme a alguna de mis presentaciones y pueda sentirse orgulloso de lo que hago. Que sienta que todo ha valido la pena y que se de cuenta que la danza es importante para mi vida.
Cada vez que me paro en el escenario doy todo de mi. Me recuerdo cuánto me costó y recuerdo a toda la gente que en un principio no me apoyó, pero que ahora están orgullosos de mi. No lo hubiera logrado sin el apoyo del Maestro Ocampo y el Maestro Navichoque. Cuando yo llegaba a clases les contaba todos mis problemas y ellos me apoyaban y me aconsejaban. Entonces, cada vez que bailo, me reflejo en ellos y quiero que se sientan orgullosos de mi.
Antes pensaba y decía ¿por qué soy pobre?, pero ahora me doy cuenta que esa situación me ayudó a dar todo de mi, porque cuando uno más se esfuerza es cuando más valora las cosas y las disfruta más. Quisiera que todos supieran que no importa la situación económica en la que estén, mientas se tenga iniciativa, entrega, amor y pasión por lo que haces, lo tienes todo. Eres un millonario. Pienso que los golpes de la vida te hacen más fuerte y te ayudan a alcanzar el éxito.
Contar esta historia me duele, pero gracias a todo esto, hoy sigo bailando…
Ingrid Aceytuno
Fotografías de Dance Statement por Karla Álvarez
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