“Estaba viendo un reportaje en la televisión sobre la Escuela Municipal de Danza y ví a las estudiantes de la primera promoción. ¡Yo quería ser como ellas! Me ponía a copiar lo que ellas hacían: apuntar los pies, colocar la espalda recta y ponerme de puntillas. Tenía solo 5 años.
Con el apoyo de mi mamá pude entrar a la Escuela cuando cumplí los 8 años. Ella pagaba la mensualidades, los pasajes de bus y me compraba con mucho esfuerzo los implementos que necesitaba para mis clases, como zapatillas, mallas y maquillaje. Por el contrario, mi papá siempre decía que la danza era una pérdida de tiempo; que no servía para nada y por esa razón nunca fue verme a mis presentaciones.
Justo en esa época, mi papá se enfermó y mi mamá ya no podía llevarme a clases porque tenía que quedarse en casa para atenderlo. Empecé a faltar mucho a la Escuela Municipal y casi me expulsan ese año. Después de una intensa lucha, mi papá falleció. Yo pensaba que no iba a poder seguir en nada de danza porque quedamos muy mal económicamente. Me iba caminando sola desde mi casa a la Escuela y de regreso. Salía ya muy tarde en la noche y tenía mucho miedo. Llegué a pensar que quizás mi papá tenía razón; la danza no me iba a servir para nada.“
“Tuve que motivarme y encontrar de nuevo el gusto por la danza para seguir adelante con mi carrera. Estuve trabajando muy duro, y en 2010 me gané la medalla del Artista de Año, que es un reconocimiento a nivel nacional. Esto me llenó de vida y a la vez motivó a mi mamá para seguir adelante a pesar de las dificultades que pasábamos en ese momento. En la Escuela Municipal tuve excelentes maestros que me enseñaron valores como la puntualidad y responsabilidad. Gracias a esto pude avanzar en mi técnica y poco a poco empezaron a tomarme en cuenta para los papeles principales de las clausuras.
Los altibajos continuaron: Audicioné y me aprobaron para un programa intensivo de danza en Houston. Estaba muy contenta por esta nueva oportunidad. Pero una lesión intensa en mi pierna me afectó justo antes de viajar. Fui con el médico y me dijo -muy fresco- que me olvidara de la danza para siempre, porque mi lesión era muy severa y ya no podría seguir bailando. Me deprimí terriblemente al saber esto porque la danza es mi vida. Aún así, y contra los pronósticos, viajé a Houston. Hubieron días en los que no podía ni caminar por el dolor intenso. Mis clases eran de 7:00 a.m. a 7:00 p.m. y las sufría mucho. Estuve bajo observación con médicos de la compañía que me recomendaban analgésicos para disminuir el dolor. Lo más triste de todo fue que no pude terminar las 6 semanas de talleres, ni bailar en la presentación final.
Regresé a Guatemala y tuve que convencerme que debía descansar. Poco a poco mi hueso fue sanando, pero esto significaba que, después de 10 años de estudio en la Escuela Municipal, no iba a poder graduarme con mi promoción. Al año siguiente repetí el grado y trabajé mucho para recuperarme y luchar contra el miedo de volverme a lastimar. Ahora sí, había logrado graduarme de Ballet Clásico.
Pasé muchos años como bailarina en la Compañía Municipal y fue difícil tomar la decisión de dejarla para cumplir uno de mis sueños. Me armé de valor y decidí llegar al Ballet Guatemala como aprendiz, sin ganar un centavo. Aún teniendo un trabajo extra como maestra, gastaba todo el dinero que ganaba en pasajes de bus, y en gastos de mi casa. Pero un día, por fin se presentó la oportunidad y gané una audición oficial para ingresar temporalmente al Ballet Guatemala. ¡Fue el día mas feliz de mi vida! Se lo conté a mi mamá y ambas lloramos. Estoy consciente de que me falta mucho por aprender y ganarme un lugar en la compañía, pero me esfuerzo cada día para que vean mi interés y me tomen en cuenta. Bailar ballet y el apoyo de mi mamá son lo más importante para mí. Ella siempre fue todo mi público y mi apoyo incondicional. No estaría en donde estoy si no fuera por ella.”
– Lidia Tum/ Lidia Tum
Fotografías de Dance Statement por Karla Alvarez
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