«Mi primer acercamiento con la danza fue a los 12 años. Inicié haciendo danzas en pequeñas obras de la iglesia. Tengo una tía que en ese entonces estudiaba danza y ella me motivó a aprender un poco más.
A los 16 años ingresé a la Escuela Municipal. En un principio no querían aceptarme por mi edad. Para estudiar danza clásica generalmente se inicia a los 8 o 9 años. Tuve la dicha de contar con el apoyo incondicional de mis padres para estudiar lo que a mí me gustaba; entonces mi papá llegó a la Escuela Municipal, habló con la directora y fue así como pude ingresar.
Mi mamá era costurera y mi papá en su juventud fue zapatero. De ellos aprendí estas habilidades y las utilicé para hacer mis propias zapatillas de ballet. Mis compañeros de clase en la Escuela me preguntaban que dónde había comprado mis zapatillas y se sorprendían al saber que yo mismo las elaboraba.
Me he topado con muchas dificultades en mi proceso. Una de ellas, sin duda es que aún para nuestra cultura es un estigma el hecho de que los hombres se dediquen a la danza. También tuve dificultades económicas a nivel familiar. Mi papá estuvo muy enfermo y nuestros recursos económicos se vieron bastante limitados. Nos cortaron los servicios y tuvimos que vender algunas cosas para poder pagar su tratamiento y rehabilitación.
Nos costó mucho levantarnos económicamente. Algunos vecinos que conocían nuestra situación no estaban de acuerdo con que yo siguiera estudiando danza, hasta el punto de llegar a ofrecerme un trabajo de oficina para que yo dejara de “perder mi tiempo” y aportara dinero a mi familia. Recuerdo que le agradecí a la persona por el ofrecimiento, pero rechacé la oferta. Yo sabía que la danza era parte de mi vida y estaba motivado para continuar a pesar de las dificultades. La persona, ya molesta, me dijo ¿Y se puede ganar algo de la danza? ¿Te trae algún benefició? Fue difícil hacerle entender a mucha gente que la danza no es un simple pasatiempo.
La danza me ha abierto muchas puertas. En el 2010 formé parte de la Compañía Municipal de Danza en donde adquirí experiencia escénica en ballet clásico, danzas populares y folklóricas. Dos años después viajamos con la Compañía a New York, y en ese mismo año fui seleccionado para participar en un curso de verano en New Jersey.
Con los logros que he obtenido hasta el momento he podido dar el ejemplo que las cosas se pueden hacer bien y que se puede vivir del arte. En 2017 recibí el Premio al Artista del Año; algo que yo no esperaba. Pero creo que los organizadores y mis maestros han visto mi esfuerzo y perseverancia a lo largo de los años.
Actualmente soy miembro del Ballet Nacional de Guatemala. Es la única institución de danza clásica en el país y me siento muy honrado de formar parte de ella. Quiero hacer valer ese privilegio y trabajar para ser mejor cada día.»
– Nimrod Lima
