«A mí me inspiró una compañera de estudios que tuve en la primaria. Ella me contaba que sus hermanas bailaban ballet, y cuando era la hora del recreo, jugábamos a que ella me enseñaba todos los pasos que sus hermanas hacían en clase. También me contaba cómo eran las zapatillas de punta, puesto que yo nunca había visto nada de ballet y solo me las podía imaginar.
Fue entonces que empecé a pedirle a mi familia que me inscribieran en la Escuela Nacional de Danza. Por fin, cuando tenía como 10 años, mi hermana mayor me llevó a hacer un examen de admisión, pero desafortunadamente ya habían pasado las fechas. Me permitieron entrar a una clase del nivel preparatorio y fue ahí donde me evaluaron y logré ingresar.
Recuerdo muy bien la primera vez que participé en una función del Ballet Guatemala. Estaba en tercer grado de la Escuela de Danza y el maestro Antonio Crespo había montado la obra “El Lago de los Cisnes” con la compañía.. Madame Marcelle Bonge era la Reina y yo le recogía la capa y la llevaba, y en eso consistía toda mi actuación, pero fue la primera vez que ví a lo grandes bailarines que inspiraron mi carrera.
El amor por la docencia se me fue dando de poco a poco. Cuando estaba estudiando la técnica Graham en México, me lesione un pie; entonces tuve que parar. Llegaba a ver las clases de la maestra Gladiola Orozco y me apasionó la forma en la que enseñaba. Empecé a tomar notas sobre cómo se estructuraban los ejercicios de clase mientras me curaba de la lesión. Ella me preguntó: “¿Por qué estás tomando notas de mis clases?” Y le respondí: “Es que creo que en un futuro me gustaría dar clases”. La maestra Gladiola me inspiró a iniciar en la docencia y en el estudio de la anatomía.
El primer espacio en donde ejercí por mucho tiempo fue en el Ballet Teatro del Espacio, en el Centro de Formación de México. La maestra me tomó como su mano derecha y me enseñó muchísimas cosas sobre la técnica Graham y sobre cómo impartir clases. Cuando ella consideró que yo ya tenía el conocimiento suficiente, empecé a dar clases de Graham, en el año 1986.
Después de toda la etapa de formación que tuve, y siendo aún miembro de la compañía, me encomendaron dar las clases de ballet para mis compañeros de la compañía. Otra de las experiencias como docente que tuve dentro del Ballet Teatro del Espacio fue en un intercambio con la compañía de Amalia Hernández. A mí y a otro maestro nos comisionaron para darles clases de ballet a los miembros de su compañía. Ellos bailaban Folklore, pero se preparaban en distintas técnicas. Y la otra gran experiencia fue en la Escuela Nacional de Danza, cuando regresé de México. Di clases por casi 12 años. Ahí estuve como maestra y otra parte como directora. En este espacio pude implementar la técnica Graham para la construcción de la carrera de danza contemporánea.
Actualmente doy clases en la Escuela Municipal de Danza Clásica y estoy a cargo de lo que sería un primer año de ballet. Cada grupo con los que he trabajado han sido un reto y una oportunidad para aprender algo más. A estas alturas de mi vida y mi experiencia, yo ya tengo un ideal de lo que debería ser un bailarín, pero este depende mucho de los inicios de su formación. Espero lograr en mis pequeños alumnos lo que considero que es la principal habilidad de debe tener un bailarín: conocer su cuerpo a profundidad y de tal manera que pueda hacer conexiones neuromusculares, y que esto les permita manejar su cuerpo como un instrumento. Es la primera vez que imparto clases a un grupo de alumnos tan pequeños. Les enseño a crear conciencia de su cuerpo más que el simple hecho de realizar pasos.
Espero que logren transformar la danza y entenderla. En mi concepto, el bailarín es un ente social que incide en el espectador. Yo esperaría que todo este movimiento tremendo de danza que existe en la actualidad, y que no había en mi época, esté dirigido a lograr que la danza sea en beneficio del desarrollo humano de una sociedad, más que la satisfacción propia del bailarín. Que esa satisfacción de presentarse en un escenario sea el vehículo de esa incidencia social y que permita esos cambios que tanto necesitamos.»
– Blanca Rosa Quiñónez
